Verdaderamente el mundo es menos predecible de lo que nos parece. Si alguien a principio de año me hubiera contado que a partir de marzo personas de muy diferentes orígenes iban a acampar durante semanas en plazas tan significativas como la plaza del Sol o Catalunya, si me hubiera explicado que se iban a realizar asambleas en las calles, que se iba a utilizar el espacio público para debatir, construir nuevas formas de pensar y de hacer; es más, si me hubiera predicho que se iban a parar desahucios gracias a la presión vecinal, que se iba a ir caminado desde diferentes puntos de la península hacia Madrid y que se iniciaba una marcha indignada hacia Bruselas, probablemente hubiera tildado de loco a mi interlocutor.
De la noche a la mañana hemos visto como el panorama ha cambiado radicalmente y como la clase política y económica ha pasado de ignorar al movimiento de l@s indignad@s a permanecer desconcertada ante un fenómeno nuevo que no entienden y no saben interpretar. La ciudadanía en general participa del 15M de mayor o menor medida como se ha visto en las diferentes movilizaciones (especialmente en la del 19 de junio y 20 de julio), en la paralización de desahucios o en las concentraciones o acampadas delante de hospitales y ambulatorios para evitar el recorte sanitario. Además, desde el inicio del movimiento, la opinión pública se ha mostrado afín a las reivindicaciones del movimiento a pesar de las diferentes campañas de criminalización (la protesta del 15 de junio delante del Parlament es un ejemplo) o los intentos de silenciar la voz de las indignadas.
Tres meses después del estallido de la protesta podemos empezar a reflexionar sobre lo que está sucediendo y sobre por qué la protesta emergió cuando lo hizo. Existen diferentes explicaciones teóricas, por un lado, están las interpretaciones economicistas que se basan en explicar la protesta a partir de factores endógenos basados en el cálculo entre los costes y los beneficios de manifestarse. Por otro lado, diferentes corrientes de pensamiento explican la emergencia de la acción colectiva a partir de factores exógenos, es decir, de las oportunidades y amenazas del entorno que facilitan o constriñen la emergencia y desarrollo de la protesta. El contexto social y político, lo que algun@s autor@s han denominado la estructura de oportunidades políticas (EOP) nos ayuda a analizar el 15M y la situación actual.
Primero, cabe preguntarse en qué contexto la movilización sucedió y desencadenó el ciclo de protesta que actualmente vivimos. Diferentes autor@s han apuntado unas variables u otras para estudiar el contexto político y las oportunidades y amenazas existentes en cada momento del ciclo de protesta, desde su fase inicial hasta el momento de descenso (Tarrow, Kriesi, etc...). A continuación haremos un análisis genérico apuntando aquellas variables que más nos pueden ayudar a reflexionar sobre el movimiento, su situación actual y sus particularidades en relación a otros periodos contestatarios vividos en nuestra reciente democracia.
Para empezar debemos señalar que el movimiento no es un fenómeno que surja de la nada, sino que responde a una serie de formas de protestas que, de una forma más esporádica, ya habíamos ido observando en los últimos años. Su espontaneidad, adaptación de la forma de protesta y del discurso en función de la coyuntura más inmediata, su capacidad para incluir nuevas reivindicaciones o generar alianzas con el tejido social y con otros movimientos, todas estas características definen el movimiento y lo enlaza con otros episodios de protesta muy recientes.
Las movilizaciones espontáneas del 13 de marzo de 2004 delante de las sedes del PP después de los atentados de Atocha y a un día de las elecciones generales que desbancaron al PP del gobierno, o las concentraciones reivindicando una vivienda digna o contra la ley Sinde, entre otras, son ejemplos de movilizaciones con un elevado grado de espontaneidad, poca organización detrás y que han sumado a gente y colectivos muy diversos e ido tejiendo redes entre éstos.
De ahí la capacidad del 15M para entrelazar todo tipo de discursos reivindicativos en uno unitario alrededor de la demanda de una democracia real y, además, poniendo en cuestión los pilares básicos de la democracia liberal postransicional que tenemos. Un cuestionamiento a partir de dos fenómenos clave, por un lado, la pérdida de influencia del poder político delante del económico y, por otro, la crisis de un poder político democrático basado fundamentalmente en la representatividad de unas organizaciones que han dejado de ser representativas.
La falta de apertura del sistema político, es decir, de mecanismos reales para que la ciudadanía controle los diferentes poderes, y para vehicular sus reivindicaciones es uno de los elementos a tener en cuenta. Además de la impunidad con que la clase política gobierna y permite que aquellos que provocaron la crisis económica actual no se vean perjudicados, mientras que las clases medias y trabajadoras padecen y ven reducidos sus niveles de vida y sus derechos.
El desencadenante del 15M es precisamente el 20M, es decir, la fecha de las elecciones locales. Aunque el movimiento actualmente está creando estructuras políticas paralelas a las institucionales, es inevitable que su dinámica está influenciada por el proceso político institucional ya que uno no se entendería sin el otro. Es evidente que el movimiento del 15M ha ido mucho más allá del 22M pero su factor desencadenante es precisamente una cita electoral.
Desde la ciencia política generalmente han apuntado que en momentos convulsos en las calles, los partidos políticos de izquierda se ven beneficiados. Sin embargo, vemos que los resultados electorales evidencian todo lo contrario: la pérdida de votos de los partidos mayoritarios que se presentan como representantes de los valores de izquierda y de la clase trabajadora.
De hecho, los partidos que actualmente están viviendo más atónitos las protestas son precisamente éstos ya que han perdido el monopolio de la representatividad de lo que es la izquierda.
Es el movimiento del 15M quien está denunciando las desigualdades sociales y visibilizando los sectores más frágiles de la sociedad, son las asambleas en las plazas las que están señalando a los poderes fácticos como la banca que es quien realmente gobierna. De hecho el movimiento reivindica la igualdad y la justicia social y pone en duda la idoneidad del sistema capitalista y de la democracia liberal. Enlaza los problemas locales con los globales y, de una forma pedagógica, señala su complejidad y la necesidad de realizar acciones más allá de las fronteras estatales.
Igual sucede con las organizaciones sindicales mayoritarias que ven con recelo al movimiento porque mientras éstas mostraban una posición ambigua delante de las reformas laborales, el movimiento las ha rechazado con contundencia, ha denunciado la precariedad laboral y también ha condenado el precario futuro que les espera a las próximas generaciones.
Siendo un debate abierto dentro del movimiento las alianzas con otras organizaciones, especialmente las mayoritarias, los guiños hacia las personas militantes de base de cualquier organización o colectivo son evidentes. Se invita a participar de forma individual en las acciones del movimiento, se fomenta la reflexión crítica y la posibilidad de abrir debates en el seno de cada organización sobre la democracia interna y los mecanismos para que las bases verdaderamente tengan el control de las decisiones que toman las élites.
La permeabilidad del movimiento y su apertura se evidencia precisamente en la forma de organizarse en plazas públicas, en asambleas en donde todo el mundo puede ver, escuchar y opinar; en internet, en donde a penas diferencian qué es información privada y pública. De hecho las barreras entre lo público y lo privado prácticamente no existen puesto que los problemas que se vivían dentro de las casas (no poder pagar el alquiler o la hipoteca, no tener trabajo...) han pasado a ser problemas de todas y todos.
Existen otras características a apuntar sobre el 15M como, por ejemplo, su insistencia en señalar que son un movimiento puramente político. También su reivindicación por ampliar los márgenes de democracias muy oxidadas que se han ido estrechando y reduciendo a su mínima expresión. También cabe señalar la crítica a los medios de comunicación al no cumplir su principal función en una democracia como es el acceso a la información.
Algunos de los cambios que se han producido en los medios de comunicación en estos últimos años a partir de las tecnologías de la información han beneficiado al 15M. El hecho de que todos los medios tengan herramientas de interacción 2.0, que funcionen a partir de lo más twitteado o visto por internet, ha facilitado que las reivindicaciones del movimiento, de una forma u otra llegaran y que el mensaje no pudiera ser tan distorsionado como sucediera en otras épocas.
Sin embargo, lo que más cabe destacar del movimiento de las indignadas e indignados en relación a otros episodios contestatarios es la extensión de una forma de protesta muy espontánea y abierta. Por un lado, la capacidad de incluir nuevas demandas y colectivos que llevan años luchando desde sus espacios y, por otro, la capacidad de mantener movilizada y en la calle durante más de tres meses a tanta población indignada. Todo ello promoviendo valores pacíficos y acciones no violentas que han permitido simpatizar mucho más con la ciudadanía.
Los intentos de criminalización y disolución del movimiento y los recortes de las diferentes administraciones públicas en servicios básicos y en derechos han facilitado la durabilidad de la movilización en épocas impensables como el verano.
Las próximas elecciones generales convocadas para el 20 de noviembre es uno de los principales retos internos y externos para el 15M. Primero, es una oportunidad a corto plazo para conseguir que los poderes públicos se hagan eco de alguna de las reivindicaciones pero sin olvidar que el movimiento trasciende, va más allá, de unos comicios electorales.
Segundo, es un momento que fuerza a la reflexión interna del movimiento en relación a las elecciones. Se requiere de un discurso muy pedagógico que abra los ojos de la población sobre un sistema representativo obsoleto que no garantiza el control de los poderes públicos por parte de la ciudadanía. Un discurso que de-construya las preguntas con las que avasallaran a las indignadas e indignados sobre a quién voto o qué pasará si gana la derecha.
El debate y la reflexión está servida ya que el 15M aglutina diferentes puntos de vista y visiones. La mayor dificultad radica en no considerar necesario o prioritario abrir estos debates ya que se puede valorar más importante el hecho de crear poderes paralelos que ignoren las dinámicas de la política institucional y sus efectos en la ciudadanía.
A la hora de analizar un movimiento social las oportunidades o amenazas no solo son factores exógenos sino que, durante el desarrollo de la protesta, el movimiento puede generar nuevas oportunidades o amenazas o transformar las ya existentes. Así que estamos en un momento en el que determinadas fechas pueden abrir nuevas oportunidades estratégicas o pasar desapercibidas porque no se consideran relevantes o porque la dinámica del día a día no nos permite establecer estrategias a medio y largo plazo.