dimecres, d’agost 30, 2006

Uso y abuso de la imagen del joven

Está visto señores que estamos de moda. Ahora toca ver a la ciudadanía jóvenes como alcohólicos fiesteros de viernes y sábado noche. Parece que como en esta semana no ha habido ninguna noticia-noticiosa que pueda despertar al ciudadano y consumir productos mediáticos (televisión, radio o prensa), toca poner a un/a joven con una cerveza en la pantalla e informar sobre el botellón presumiblemente masivo que se está realizando en diferentes ciudades del Estado.

Aunque en muchos lugares no ha habido congregación de fieles bebedores compulsivos con acné en la piel muchos medios han continuado informando de una noticia que no era tal. El desplazamiento de todo un equipo de cámaras y periodistas no podía quedarse en nada, había que crear una noticia. Otro ejemplo más de insulto al código deontológico del periodista muy olvidado por ellos y también por nosotros; sobre lo que debería ser y no es.

Pero la repercusión no se centra exclusivamente en el deterioro de la profesión periodística, va mucho más allá. Los medios de comunicación de masa son los principales creadores de estereotipos, de imaginarios colectivos sobre, en este caso, lo que el resto de la ciudadanía piensa sobre los jóvenes. Veamos, pues, como somos en función de los medios.

Si nos situamos meses atrás y recordamos la campaña para reducir los accidentes de tráfico, desde los medios nos señalaban que eran los jóvenes nocturnos quienes al volante superaban con creces los límites de velocidad, conducían de forma más violenta y siempre iban fumados (con sustancias psicotrópicas diversas) o alcohólicos, o las dos cosas al mismo tiempo (para hacer la noticia más morbosa). Sin embargo, las estadísticas señalaban todo lo contrario. Era un adulto de unos cincuenta años quién, después de comer con unas copitas de más, cogía el coche con gran velocidad y tenía más accidentes. ¿Qué decir a esto?

La semana pasada éramos jóvenes violentos que pegábamos a mendigos o a maestros, según lo atractivo de la noticia, y lo filmábamos en nuestro móvil. Y esta semana toca ser miembros de la procesión botellera que se ha decidido avanzar la semana santa y sacralizar el alcohol como el símbolo juvenil por excelencia. ¿Mañana qué tocará?

Seguramente no será la visión de un joven que, a su temprana edad ya tiene un currículum laboral con más páginas que el de su padre, su madre y sus abuelos juntos. Un joven que, a parte de haber estudiado una carrera universitaria, un master, prácticas en el extranjero y dominio del inglés al nivel “advance”, tiene que rogar a sus padres que no le echen de casa. Que, como hacía a los quince años, continúa pasando fines de semana en el apartamento de sus padres o de unos amigos para tener intimidad con su pareja. Un joven que se conoce todas las oficinas temporales de su ciudad, provincia y parte del extranjero. Un joven que cuando consigue un trabajo en el que gana 1000 euros se siente la persona más rica y con más suerte del mundo. De esos jóvenes nadie habla porque no son atractivos para los medios.

Nada, al paso que vamos creo que cumpliremos la profecía. Acabaremos borrachos en un bar que, para unas cervezas sí que nos llega el salario de nuestro nuevo trabajo temporal, el número 98 exactamente. Nos compraremos un coche que, aunque de precario en precario, algo hemos ahorrado para tener un espacio privado único y exclusivo nuestro donde pasar las noches con nuestra pareja. Y entonces correremos muchísimo por la carretera, intentando huir de nuestro propio futuro que no es otro que el de ser jóvenes eternamente.